¿Dónde está el bienestar?

Por Arturo Saenz, CEO de Synchro Projects and Solutions

En nuestro último artículo “Construir edificios y ciudades saludables no es un lujo para el futuro, es una necesidad para hoy” pronosticamos que las preguntas de los ciudadanos para el 2021, después de las vacunas, serán: ¿Estoy en un edificio sano? ¿Cuáles son las políticas de mantenimiento y limpieza? ¿Está certificada esta oficina con buenas prácticas? ¿Cómo puedo proteger a mi familia? ¿Cómo tengo más salud y cómo subo mi sistema inmune? ¿El lugar en donde vivo, me genera bienestar?

El momento que estábamos viviendo nos pone como interesados en estas respuestas a todos: padres, trabajadores, administradores de oficinas, diseñadores, desarrolladores de proyectos, gestores del Estado, planificadores urbanos, médicos, sociólogos, ambientalistas, transportistas y tecnólogos. Ya no hay vuelta atrás, tenemos que hacer cambios personales y colectivos en pro de generar estilos de vida que tengan a la prevención y la planificación como pilares en las tomas de las decisiones diarias.

Querer subir nuestro sistema inmune, tener salud y practicar la prevención es querer bienestar y para generarlo hay que entenderlo. Una de las definiciones más completas de bienestar es la búsqueda permanente de actividades, opciones y estilos de vida que nos llevan a un estado completo de salud mental y física. Es una definición que incluye dos esferas: la personal y la colectiva.

La definición de bienestar en la esfera personal recae sobre nosotros como seres individuales y nuestra habilidad de estar convencidos, de tener la capacidad en el momento y de tomar las decisiones oportunas. Basado en lo anterior, podemos encontrar bienestar personal en la nutrición y pérdida de peso; la medicina preventiva y visitar a los doctores cuando estamos sanos; el turismo de bienestar o “wellness”; el uso de productos personales para prevenir el envejecimiento y en el “fitness” del cuerpo y del alma, entre otros.

Por otro lado, la definición de bienestar en la esfera colectiva es aquella que el COVID-19, junto a la predicción de otras pandemias futuras, nos está llamando a cambiar urgentemente. Y aquí podemos hablar de muchas gestiones que caerían en generación de políticas, proyectos y normas de produzcan bienestar distribuidas en sus varios niveles socioeconómicos y ambientes. Todas estas actividades tienen que partir de entender científicamente cómo los entornos construidos afectan nuestra salud.

Desde hace un año, el COVID-19 nos puso una alarma de preocuparnos por el aire que respiramos y hemos corrido a ver las opciones de ventilación, filtración, control de humedad y hasta remodelaciones físicas. Y es cierto, el aire es el primer tema dentro de la norma internacional de bienestar, sin embargo, la definición se completa al estudiar otros factores como el agua, la luz, la temperatura, el olfato, la comodidad, el sonido, el fomento a la buena nutrición y a no ser sedentarios. Por último, la norma también nos ofrece una guía sobre cómo los desarrollos pueden generar esa paz mental que tanto estamos necesitando. Cualquiera distorsión de los valores considerados como aceptables en los factores mencionados anteriormente causa detrimentos a la salud especificados en los diferentes sistemas del cuerpo: cardiovascular, endocrino, inmunológico, nervioso, respiratorio, y musculoesquelético, entre otros.

¿Una distorsión en una lámpara de una oficina nos causa problema de salud? Sí, ya está comprobado que nuestro metabolismo está conectado a la luz natural (ritmo circadiano) y cualquier cambio brusco a ese reloj interno biológico nos causa afectaciones al sistema nervioso. ¿Algunos acabados o muebles que estén instalados pueden seguir contaminando el aire? Sí, algunos materiales después de ser instalados siguen emitiendo gases tóxicos a los ambientes por muchos años (“off gassing”).

¿Qué pasa si no promuevo que los trabajadores de mi negocio se alimenten correctamente? Pasa mucho, porque se estima que el riesgo de ser improductivo aumenta en un 66% cuando no nos alimentamos correctamente. ¿El entorno de mi casa, mi oficina y mi ciudad me pueden dar paz mental? Sí, y de varias maneras. Promover la conexión con lo natural, la cultura biofílica, estar informado en las características de mi entorno y planificar políticas de prevención nos ayudan a preocuparnos menos. Pudiéramos seguir con muchos otros ejemplos.

No es para asustarnos con lo que no sabemos, pero sí es para conocer y planificar las oportunidades para generar bienestar en nuestros entornos construidos. Conversemos.